Pero antes de hacerlo, deberías contar hasta diez.
Contar uno, y recordar cuando se conocieron en el segundo año de la escuela secundaria.
Contar dos, y verlo sentarse, ahí, tan tímido, en el pupitre vacío a tu lado. Y mirar el abrir y cerrar de sus ojos frente al bloc impávido de hojas rayadas Rivadavia. Ayudarlo a encajarlas en los anillos de la carpeta. Preguntarle su nombre. Recibir gustoso su semisonrisa de agradecimiento. Presentarle, en el recreo, a todos tus amigos-compañeros. Conseguir que acepten al “nuevo”. Compartir una barrita de cereal con chocolate y coco.
Contar tres, e invitarlo a tus salidas de cine con los pibes en tercer año. Convidarlo a participar de los debates. Llevarlo casi de prepo a los boliches. Prepararle el peinado. Prestarle tus pilchas. Empujarlo tantas veces a encarar a una minita. Aceptar a la más fea, para dejarle el camino libre. Abandonar a la fea a las seis de la mañana, para irte con él a consolarle su timidez, su falta de iniciativa. Pagar los dos cafés y las cinco media lunas.
Contar cuatro, y confesarle que María te gustaba. Que maría te gustaba mucho y que soñabas con ella y que en tu cabeza sólo estaban sus ojos azules y que tallabas corazones en las puertas de los baños del colegio. Y recibir como consejo de él: la extensa lista de defectos de María; las grandes problemáticas irresolubles de María; el futuro caótico que tendrías si lograbas concretar algo con María. Agradecerle angustiado, el haberte echo abrir los ojos, el haberte ayudado a no cometer ese error apocalíptico.
Entonces contar cinco y aceptar que por todo eso, no pudiste ser el primer hombre de María en el viaje de egresados.
Pero contar seis y demostrar que algunos años después, por el azar mismo de la vida, volviste a encontrarla, y la invitaste a cenar, y ella aún seguía sola, y vos también. Así que…
Contar siete y proponerle ser testigo de tu boda. Un compinche como él… A pesar de que María… de las absurdas objeciones de María. Que por qué pensar que no es un buen tipo. Las mujeres tienen esas cosas…
Contar ocho y conseguirle un contrato en la empresa cuando lo supiste en bancarrota. Ayudarlo a formarse, a perfeccionarse. Llegar incluso a presentar ante el directorio tus proyectos, pero firmados con su nombre. Lograrle un ascenso a ejecutivo de cuentas, a coordinador de área, a gerente.
Contar nueve y hablarle de tus sospechas acerca del amante de María. Mostrarle las pruebas. Confesarle tu miedo a perderla, tu humillación, tu impotencia. Y escucharle durante esos dos años, los consejos, las palabras cínicas de aliento, los “no te preocupés que es imposible que te esté engañando”.
Entonces llegar al diez. Deletrear la palabra. Degustar cada letra sin pretender borrar la imagen de ellos dos. En tu casa. De tu amigo, tu compinche, tu consejero, tu testigo de casamiento, tu socio, tu compañero de tantos años: desnudo y con tu mujer y en tu cama.
Ahora sí, pero sólo después de haber contado hasta diez y exhalar con mucha fuerza, te sentirás libre de mirarlos durante al menos tres minutos a los ojos. Entonces, sin lágrimas, sin permitirles dar explicación alguna, los acompañarás así desnudos hasta la puerta de la calle, les pedirás un taxi, y podrás borrarlos definitivamente de tu vida.
12 comentarios:
Barrita de cereal de chocolate y coco... qué rico!
jaja, muy bueno el final!!
hola zaiper, yo no conosco a sebastian marra en persona pero por casualidad hemos descubierto que a los dos nos gusta el champa, soy cordobesa, pero igual me llegan los mail donde debaten si los porteños son pelotudos o no por votar, de ahí llegué hasta acá... que lindo.
Este ya lo había leído por otro lado, y lo leeré otras ocho veces más.
Al margen, los feeds de tu blog no se están actualizando en el mío, me enteré de casualidad que habías hecho dos posts nuevos.
Saludos a Don Marcel.
la sabiduría de contar hasta diez, eh?? es todo un atributo, no fácil de adquirir. pero creo que sí, que da buenos resultados. no está piola la violencia, aunque a veces nos sale el animal de adentro y estamos convencidos que esa es la única forma de manifestar los sentimientos.
contar hasta diez para calmar la ansiedad también. pero la ansiedad de las cosas buenas que estén por venir.
y los silencios! que dicen tanto más que las palabras.
saludos
Es genial!
Me encanto, hacia tiempo no me detenía a leer blogs, me encanta.
Me gusta mucho lo que escribiste hace tiempo también: “Manual de Escritor” ( no recuerdo ahora si era tuyo).
Es muy buena tu literatura.
Mis Saludos
No sé si el final se veía venir mucho, o es que era esa la intención: de todas maneras, la forma en la que está escrito el párrafo final hace que cualquier apariencia de obviedad se esfume. Excelente final. Interesante forma de estructurar el texto; casi se siente al hombre dar los diez parpadeos, dar los diez suspiros, contar sus diez latidos, y darse cuenta que aquella parte de su vida, o toda ella, terminaba ahí.
- Muy bueno, Sebastían, como todo lo que ud. escribe. Ojala algunas personas pudiesen ser eliminadas como los mails que no nos interesan. Bsos. Ade
parecería un final predecible, si no fuese porque no les revienta la cabeza de un tiro y sale en Crónica TV.
Me encantó la idea de subirlos cual Adán y Eva, hubiera sido más divertido aún si lo hacía en el 60.
me gusta lo que escribís Seba...
sil
Sebaas,no me sorprende en absoluto este relato.Me sorprender'ia encontrar algo burdo en tus escritos.
Excelente!
Besos desde NY
Bueno el cuento-conteo ! Historia de vida que espero no sea la suya . Pero , quién está exento ?
Nos vemos .
Conté hasta diez! y saboreé cada palabra desde ."contar uno". Tiene una cadencia muy calma, en contraste con la acción(es): la traición.
Muy bueno este texto!
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