Nacemos en una lata de tabaco, de la que un vaquero viejo toma un puñado y se lo pone a mascar, mientras se hamaca en una mecedora de acento texano. Tritura el mazacote en su desdentada boca de aliento a alambique, hasta que no le sirve más; entonces lo escupe lejos y agarra otro tanto para seguir mascando.
Libre ya de las mandíbulas prensadoras, la masa cae en tierra; pero exprimida hasta su última gota, ya no sirve ni para abono.
De cualquier manera, al vaquero le quedan apenas dos o tres muelas podridas y cuatro dientes. Se está muriendo solo. Él tampoco sirve como abono; por las dudas que nadie lo plante: no sea cuestión de que la mala fortuna nos germine otro igual.
¡Qué vivan las caries y el gusano del tabaco!
Libre ya de las mandíbulas prensadoras, la masa cae en tierra; pero exprimida hasta su última gota, ya no sirve ni para abono.
De cualquier manera, al vaquero le quedan apenas dos o tres muelas podridas y cuatro dientes. Se está muriendo solo. Él tampoco sirve como abono; por las dudas que nadie lo plante: no sea cuestión de que la mala fortuna nos germine otro igual.
¡Qué vivan las caries y el gusano del tabaco!
3 comentarios:
- Uff, no quiero pensar en ese vaquero ni en esos dientes, me gustaría poder germinar. Bsos. Ade
¡Pobre vaquero! Lástima para él no haber tenido un dentista a mano y suerte para mí que no nací en una lata de tabaco. ¿Si en una continuación, de tu mano, pudiera tener más oportunidades?
Podría ser amigo a poca distancia nuestra.
Lindo, lindo.
Sonia
ahora tenemos un vaquero afro-americano! (igual yo creo que el vaquero viejo está más arriba)
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