gracias Crispín por el título
Esta es la historia de un hombre que era tan bajito, que un día decidió subirse a una silla para siempre.
Estaba lo suficientemente cómodo allí arriba, hasta que se dio cuenta de que su nueva posición no le permitiría cubrir algunas necesidades básicas. Pero como él había decidido no abandonar su sitio tuvo que empezar a pedir a gritos: alimentos, ropas, perfumes y una palangana de bohemia. Hubo quienes aceptaron llevarle ropa y comida, pero cuando él insistió con lo de la palangana, la cosa se tornó menos amable: las personas opinaron que él estaba en condiciones de bajarse de la silla, y que nada le impedía llegar por sus propios medios hasta un sanitario. Él replicó con gritos, improperios y orines en sus caras. A partir de entonces, las personas esquivaron la silla y a él se le fue atascando la ira en la garganta.
Una tarde pasó un muchachito pecoso por la otra esquina. El enano lo llamó con un chistido y el niño se le acercó. Por medio de algunos de los ardides que había pergeñado en sus tiempos de ensillamiento, le demostró que los demás niños (y especialmente las niñas) se reirían de sus pecas, y que sería extremadamente infeliz. Entonces lo invitó a vengarse de los perfectos y le encomendó su primera misión: invitar a todos los hombres y mujeres defectuosos, a sumarse a su cruzada. Fue así como se les acopló una mujer gorda, un hombre miope y un rubio.
Con el tiempo, alrededor de la silla se habían amontonado tantas personas, que al enano se le hacía muy difícil hacerlos callar y organizarlos. Entonces decidió ascender al niño pecoso (que ya era un muchacho de larga barba colorada) al cargo de comandante de las tropas de afiliación, y a la mujer gorda la puso como ministra del silencio y del orden. A los otros dos les encomendó traer una mesa en donde los nuevos funcionarios se pararían mientras no estuviesen en actividad. Luego les ordenó subir la silla arriba de la mesa, no fuese cosa de que los demás parecieran más altos que él.
Cuando la mesa quedó completa (y eso fue a partir de la constitución del cuarto ministerio), el enano decretó que se debería adicionar un soporte mobiliario ante la creación de cada nuevo cargo; a todo funcionario le correspondería un lugar en una mesa, que a su vez apoyaría las patas en otras mesas bajo la dirección del respectivo funcionario, y así hasta llegar al suelo, en donde trabajaban los comunes.
Los ministros y los comandantes llegaron a dirigir a tanta gente, que ya no pudieron moverse de sus puestos, y conformaron la secretaría de aprovisionamiento de insumos gubernamentales, cuya misión era proveer de comida, ropa y palanganas a los señores ministros, comandantes y secretarios de gobierno.
No pasó demasiado tiempo para que todos en la comarca quisiesen formar parte del grupo, ya que tarde o temprano serían ascendidos a un cargo, más no sea como asistente de un consultor del director de alguna subsecretaría de uno de los tantos ministerios o comandancias que, desde allá arriba, siempre gobernaba el enano.
Fue tal la altura que llegó a tener la pirámide de bancos, mesas y mesones que, vistos desde la calle, tanto las personas comunes, como los tuertos, los infames y los enanos, parecían ser todos iguales.
Y esta historia podría haber continuado eternamente hasta que la torre partiera en dos al cielo, si no fuese por el comentario inocente que un niño se atrevió a hacerle a su abuelo una mañana. El niño le había preguntado por qué, el señor de arriba de todo, visto desde aquí abajo parecía tan pequeño. Pero como lo dijo en voz alta, y los funcionarios eran muy poco discretos, la observación no tardó en subir de boca en boca, hasta resonar en los oídos del enano, quien empezó a patalear loco de indignación. Y por más que los ministros intentaron aconsejarlo, fue tal la furia del enano y tal la fuerza con que zapateó, que las patas de la silla empezaron a crujir y a quebrarse. Los funcionarios, advertidos por el sentido común, y concientes del desmoronamiento que se avecinaba, prefirieron saltar hacia los estratos inferiores; pero eran tantos y tan gordos ya los funcionarios, que en pocos minutos la construcción entera quedó reducida a un montón de maderas, alambres retorcidos y pedazos de comandantes, secretarios y frases tardías.
14 comentarios:
Fatalidades de seducción; me dicen: "aconseja" y yo no puedo decir "paso", ahora tú me pides q proponga titulo y yo imagino "apreciad la decadencia de una torre de babel en su nacimiento".
Ya, pero es gigante!
Bueno si algo te agrada, juegue usted con las palabras.
Punto aparte: me he divertido con el relato :D
...
quizá haya una continuación...
lamento haber publicado con un perfil distinto... es culpa de los mails jajaja...
este sigo siendo mi unico perfil!
kathe
El texto esta buenisimo...
yo conozco a ese hombrecito!
Titulos posibles, aunque no me disgusta el "hombrecito de la silla"
delirados...
La cadena alimentaria
Terror en las alturas
El cielo se equivoco
del demonio y otros horrores
Incertidumbres antidemocraticas
El estrato inmerecido
El hombrecito que siempre se equivocaba
El triangulo de la verdad
Carlitos
Pirámide de plumas
La cuerda floja
Vuela bajo
Coni
En el medio del relato se me hizo un poquito largo. Y eso que no soy petiso ni pecoso. Me gustó mucho el texto Seba. Es genial.
Se podría llamar "Instante en el que el universo comienza a contraerse".
Tras una semana rumiando el texto, llegué a la siguiente propuesta salomónica:
"TODOS LOS TÍTULOS"
Intentando hacer alusión a:
a) La lista interminable de ministerios, secretarías, nombramientos, puestos y cargos (ñoquis incluidos), que conviven en todo aparato gubernamental que sea burocrático y opresor.
b) La cantidad de títulos, especializaciones, roles y etiquetas que una persona debe acumular para sobrevivir en esta sociedad completamente institucionalizada. Se nos exige ser competitivos y diferenciarnos del resto; lo cual aparentemente se logra acumulando cuántos más nombres se pueda (por ejemplo el ansiado cargo de marketing and customer relationship junior assistant en una multinacional importante). Así nos diferenciamos tanto, que terminamos siendo iguales a todo el resto y perdiendo la identidad y la noción de lo que anhelamos.
c) La obligación de prejuzgar a todo el mundo, clasificar a la gente dentro de la mayor cantidad de categorías rídiculas (derecha-izquierda, hétero-gay, in-out, etc), y ponerle rótulo a todo. Somos una cosa o la otra, y nada puede traspasar esos límites.
d) En una interpretación más literal, expresa la posibilidad que le da el texto a cada lector, de identificarse y resignificarlo con cada lectura; asignándole el título adecuado para cada interpretación y emoción que le despierte.
No sé por qué me mandé semejante explicación sociológica (y con semejante palabrerío), cuando nunca me expreso de esa forma. Pero es la que pintó.
Quien lea los comentarios de arriba, no entenderá nada si no agrego una expliación: resulta que este texto se llamaba "El hombrecito de la silla".
Definitivamente este no podía ser el título de un tetxo que habla de un hombrecito que se sube a una silla. Por eso, el texto se publicó con un comentario que pedía a gritos que los lectores sugieran un título.
El actual es producto de una sugerencia muy bien fundamentada por el genial escritor Crispín
Una sugerencia bien fundamentada por un escritor bien orientado por su Profe, sin el cual no podría haber avanzado ni tres pasos sin agitarse.
¡Gracias! El texto está bárbaro.
Aha...
comentarios que dicen más q "muy bueno".. para variar..
pobre pekoso
¡Hola!
Estuve leyendo varias entradas del blog, ¡y todas me parecieron geniales! Ya me tomaré mi tiempo para leerlas todas.
Me quedo con la imagen de la lapicera clavada en la garganta y el posterior despanzurramiento; gran consejo para los que a veces nos gusta jugar un rato y disfrazarnos de lo que no somos: escritores.
¡Un saludo!
Lo republiqué porque se me ocurrió que puede tener que ver con lo que está pasando la última semana de marzo del 2008 en Argentina.
Quién quiera oir que oiga.
simpre estaré en desacuerdo con cualquier forma de autoritarismo. Del lado que sea y aunque se tenga razón.
- Está bueno, ahora lo interesante es que el enano que estaba tan pero tan alto en la pirámide, rodeado de tantos funcionarios y otras deformaciones, pudo escuchar el comentario del niño que lo vió muy chiquito , pobre enano cuando más poder tenía más pequeño parecía!!!!!!
Oye Sebas, esta buenísimo... me gustó mucho..!
Excelente. Tiene una mezcla de actualidad, delirio y cuento de cuando eramos chicos. Absolutamente visual; a medida que la torre crecía, en mi cabeza se dibujaba la pintura de Bruegel "La Torre de Babel".
Me hizo recordar a Napoleón...
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