Uno pone la moneda en la máquina de boletos y no recibe ni boleto, ni monedas, ni nada. El chofer mantiene la vista fija en la calle con esa injustificable indiferencia de manejador de vehículo público. Y es esta actitud (o más bien esta inactitud) la que lo termina haciendo cómplice de la estafa.
Queda claro que él no es el autor material del hecho; apenas interpreta un papel secundario de humilde conductor de la “otra” máquina. Porque ésta, la primera, la máquina de boletos, funciona sola, sin chofer, y sin embargo, así, incapaz de decidir más allá de los boletos y las monedas (que no me da), será responsable de alterar, no sólo su mundo y el mío, sino también puede llegar a modificar sustancialmente el destino del resto de los pasajeros.
El chofer-máquina permanece atado al volante, mientras yo (o mi yo-máquina), imprimo el canto de mi mano en el lomo frío de la expendedora de boletos. Entonces, el sonido de la chapa abollada o de mi grito o de la señora del primer asiento, hace que el chofer me chiste sancionante, como un severo director de escuela pupila.
Es esta reacción la que pone al descubierto su falta de objetividad y lo incorpora, sin dudas, al bando del adversario. Así que yo debo agraviarlo con un una serie sucesiva aunque breve de improperios acerca de la santidad de su señora madre.
Luego de semejante perorata, cualquiera esperaría una serie de insultos incluso más fuertes por parte del chofer; aunque no lo hace. Sólo emite un bufido como de ciervo disputando una hembra en celo, al cual yo correspondo mostrando un puño cerrado con el dedo mayor señalado al cielo y el chofer me imita también con un puño cerrado aunque sin dedo, y a mi, que ya padezco de una dilatación testicular aguda, no se me ocurre mejor idea que estampar un cachetazo en su nuca, que deviene en un gruñido ronco, en un soltar el volante y pararse, con las mangas de la camisa arremangadas, justo ahora que un camión con acoplado se nos está cruzando en el camino.
Queda claro que él no es el autor material del hecho; apenas interpreta un papel secundario de humilde conductor de la “otra” máquina. Porque ésta, la primera, la máquina de boletos, funciona sola, sin chofer, y sin embargo, así, incapaz de decidir más allá de los boletos y las monedas (que no me da), será responsable de alterar, no sólo su mundo y el mío, sino también puede llegar a modificar sustancialmente el destino del resto de los pasajeros.
El chofer-máquina permanece atado al volante, mientras yo (o mi yo-máquina), imprimo el canto de mi mano en el lomo frío de la expendedora de boletos. Entonces, el sonido de la chapa abollada o de mi grito o de la señora del primer asiento, hace que el chofer me chiste sancionante, como un severo director de escuela pupila.
Es esta reacción la que pone al descubierto su falta de objetividad y lo incorpora, sin dudas, al bando del adversario. Así que yo debo agraviarlo con un una serie sucesiva aunque breve de improperios acerca de la santidad de su señora madre.
Luego de semejante perorata, cualquiera esperaría una serie de insultos incluso más fuertes por parte del chofer; aunque no lo hace. Sólo emite un bufido como de ciervo disputando una hembra en celo, al cual yo correspondo mostrando un puño cerrado con el dedo mayor señalado al cielo y el chofer me imita también con un puño cerrado aunque sin dedo, y a mi, que ya padezco de una dilatación testicular aguda, no se me ocurre mejor idea que estampar un cachetazo en su nuca, que deviene en un gruñido ronco, en un soltar el volante y pararse, con las mangas de la camisa arremangadas, justo ahora que un camión con acoplado se nos está cruzando en el camino.
9 comentarios:
Me mató el chachetazo en la nuca...
y el camión... q final feliz
Cuantas veces me han estefado esas máquinas... era mejor cuando el colectivero te daba el cambio y solía hacer malabares con monedas mientras manejaba kon las rodillas
Es increíble lo que puede hacer un poeta con una simple moneda que se traba en una máquina y la cara de orto del colectivero.
Grande Sebas!!
PD: muy graciosa la apreciación de cai: "y solía hacer malabares con monedas mientras manejaba kon las rodillas" :D
¿Qué opinaría Sandrita de este texto? Seguramente sus dedos simularían una moneda de un peso.
Y esto merece un Cruzalink al texto de Sandrita que ya mismo voy a buscar en tu blog...
Que mezcla rara de diversión y bronca... ganas de matar al colectivero (que lo vi o lo figuré) y gracia cómplice por ver que alguien hace o escribe lo que tantas veces quise hacer.
En mi hmilde opinión, muy bueno.
Obvio que la Tigresa es un hit.
Te prometo colgar el Cruzalink con Sandrita en cuanto se termine el festejo de las Mil y una visitas.
¡Me encantó el collage fotográfico! Sos un capo.
Un cuadro inconfundible de aquí!!!
Siempre al borde del precipicio,
(sobretodo en colectivo!)
Hay asesinos por naturaleza dentro de cada uno....
:P
- Que bueno que puedas descargar tu bronca escribiendo. Pensa siempre poeticamente, aún de las cosas que nos den mucha broca, es bueno para el alma, y si estás muy enojado...respiración profunda y un om gigante!!!! ja, ja
jajaja
perdon ahi voy con mayuscula:
JAJAJA!
excelente Sebas
abrazo
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