Esto puede ocurrir en cualquier galería comercial, dependencia pública o edificio de oficinas.
Una persona (supongamos un tal Juan), está en uno de los pisos superiores y decide bajar.
Al llegar a la escalera mecánica, se encuentra con el siguiente panorama: la escalera está detenida. Juan queda ubicado del lado de afuera de la escalera, ya que el primero de los escalones está ocupado por una señora muy ancha y de vestido rojo. Juan le toca el hombro y le pide que le deje un espacio para pasar. Ella se da vuelta y lo mira con cara de “¿cómo quiere que me mueva?” y señala el escalón siguiente, en donde hay un hombre de camisa a cuadros y sombrero texano. Juan acepta la respuesta con un dejo de resignación; pero una persona como Juan no es de rendirse con facilidad: estira las puntas de sus pies intentando ver por sobre el hombro de la señora y del sombrero, y descubre que mucho más allá, delante del decimosegundo escalón, hay un lugar vacío. Se acerca al oído de la señora de rojo y le susurra la novedad… Ella vuelve a mostrar su imposibilidad de movimiento, y Juan comprende que hasta no dar aviso a los de más abajo, estos, los de los primeros escalones, no van a avanzar.
El primer pedido lo expide Juan con un grito amable; luego, se propaga como una cadena de dominoes, de boca en boca y por toda la escalera hacia abajo. La cadena se corta en un viejito muy menudo y encorvado que está parado justo delante del escalón vacío. Los de más arriba lo increpan furiosos, y el viejito, a través de sus anteojos culo de botella, les responde con una expresión de incertidumbre, porque también está un poco sordo. De todas maneras los otros son bastante claros con sus gestos, gritos y empujones, y al viejito no le queda otra alternativa que avanzar y acomodarse en el escalón vacío. Para ese entonces, detrás de Juan se han acumulado unas diez o doce personas.
Como el escalón vacío ha sido completado, los habitantes del lado de arriba de la escalera, pueden ahora avanzar, y lo hacen. La última en dar el paso, es la señora de rojo, quien deja libre su lugar, no sin antes despedirse con un meneo de cadera. Juan se apresura a pisar el escalón, pero justo antes de que termine de acomodar su segundo pié, la escalera mecánica vuelve a arrancar. Juan se tambalea un poco pero consigue no caerse encima de la señora y provocar con esto una catástrofe.
Una persona (supongamos un tal Juan), está en uno de los pisos superiores y decide bajar.
Al llegar a la escalera mecánica, se encuentra con el siguiente panorama: la escalera está detenida. Juan queda ubicado del lado de afuera de la escalera, ya que el primero de los escalones está ocupado por una señora muy ancha y de vestido rojo. Juan le toca el hombro y le pide que le deje un espacio para pasar. Ella se da vuelta y lo mira con cara de “¿cómo quiere que me mueva?” y señala el escalón siguiente, en donde hay un hombre de camisa a cuadros y sombrero texano. Juan acepta la respuesta con un dejo de resignación; pero una persona como Juan no es de rendirse con facilidad: estira las puntas de sus pies intentando ver por sobre el hombro de la señora y del sombrero, y descubre que mucho más allá, delante del decimosegundo escalón, hay un lugar vacío. Se acerca al oído de la señora de rojo y le susurra la novedad… Ella vuelve a mostrar su imposibilidad de movimiento, y Juan comprende que hasta no dar aviso a los de más abajo, estos, los de los primeros escalones, no van a avanzar.
El primer pedido lo expide Juan con un grito amable; luego, se propaga como una cadena de dominoes, de boca en boca y por toda la escalera hacia abajo. La cadena se corta en un viejito muy menudo y encorvado que está parado justo delante del escalón vacío. Los de más arriba lo increpan furiosos, y el viejito, a través de sus anteojos culo de botella, les responde con una expresión de incertidumbre, porque también está un poco sordo. De todas maneras los otros son bastante claros con sus gestos, gritos y empujones, y al viejito no le queda otra alternativa que avanzar y acomodarse en el escalón vacío. Para ese entonces, detrás de Juan se han acumulado unas diez o doce personas.
Como el escalón vacío ha sido completado, los habitantes del lado de arriba de la escalera, pueden ahora avanzar, y lo hacen. La última en dar el paso, es la señora de rojo, quien deja libre su lugar, no sin antes despedirse con un meneo de cadera. Juan se apresura a pisar el escalón, pero justo antes de que termine de acomodar su segundo pié, la escalera mecánica vuelve a arrancar. Juan se tambalea un poco pero consigue no caerse encima de la señora y provocar con esto una catástrofe.
De cualquier manera, pase lo que pase, ninguno de los que viajan en la escalera, abandonará su escalón; incluso cuando la escalera llegue al final y se los trague. Arriba, hay una treintena esperando, pero nadie va a subir mientras la escalera esté en movimiento, y tan llena.
16 comentarios:
¡También puede ocurrir en las Pacífico!
Muy bueno. Ojalá un día la escalera me degulle a mí también.
¡Alto ahí brivón! En el nombre de Blogarilia debo detenerte. Sé que fuiste vos quien secuestró a Lady Lelé. ¿Qué le has hecho?
Cuando un texto desliza al leerlo, casi naturalmente, significa para mí, que el fin del escritor y el del lector se unieron en la misma percepción de las letras, bajo el mismo significado de las palabras y a través de las múltiples intenciones posibles a recortar de sus párrafos...
Para ser mas precisa...yo estaba en esa escalera!
¡Es indignante lo mal que funcionan todos estos aparatos hoy en diaaaaaaaaaaaahh!!!
increible ese mundo ciclico!!
no se, yo me imaginé que despues de tragarlos salian por el otro lado y asi...
gracias por ademas ser nuestro maestro!!
Así debemos vernos todos cuando empujamos para entrar al subte p hacernos un lugar en el tren: un comic
Increíble texto...me has dejado muda.
Saludos desde La Clínica (silente)
Seba, el relato transmite inmovilidad o movimiento, de acuerdo a lo que está pasando. Sentí ahogo cuando lo leí, como si me hubiera contagiado la parálisis de la gente.
Besitos Sandra
"De todas maneras ninguno abandonará su escalón, incluso cuando la escalera llegue al final y se los trague."
Gran cierre. Dice mucho más de lo que la historia en sí necesitaba. Cosas como éstas son las que resignifican, lo que creo que es lo mismo que decir que cosas como éstas trscienden.
esperando la escalera mecánica pero no tanto...
un abrazo
mr. zaiper no podria oponerme y mas el ritmo de tom waitts, pero ojo, no hagamos algo tan triste como unn georgia lee.
no tienes mas que ponerte en contacto conmigo, sera un placer, tengo mas de uan letra para ofrecerte.
un abrazo.
hernan.
Yo espero, aunque no tenga trenza, que una escalera asome a mi balcón para que alguien suba a rescatarme...
Me entretuve mucho, genial esa particular forma de narrar.
Mis felicitaciones.
Saludos!
ay! que miedito esa es mi fantasía recurrente! no tanto que me "trague" la escalera, sino saber adónde va. eso...adonde irá cuando una no la ve? (la escalera), porque tiene una parte oculta que hasta ahora nadie me contó que es lo que pasa de ese lado...
Silvana!
ahí tenés un cuento!!!
Qué viajecito tan velozmente detenido en escalera... jejeje
Yo que no subo a una a menos que esté vacía para poder andar por ella (o me lleve sin remedio la multitud)... son súper lentas!!!!
Muy original!
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