Una nube sobrevuela la cumbre del Chaltén, el cerro que los Huinkas llamarán Fitz Roy, muchos años después.
Ella lo acaricia con su suavidad de algodón de nube. Él, como todos los cerros, mantendrá su rigidez milenaria.
Y seguirá así, intacto, hasta que ella cubra su cuello y lo acaricie y lo moje con su saliva de lluvia. Agitará las minúsculas copas de sus árboles, descamará con pasión su piel de roca, llenará las grietas con su éxtasis de nieve.
Y el cerro tronará; y en el grito eyaculará el fruto de cristal de sus entrañas.
Ahora en el lago flota un témpano desnudo. Tan rígido como su padre. Tan blanco como su madre. Tan efímero como este amor.
6 comentarios:
Sebas. ¡Hermoso lo que escribiste! Con un cierre que es pura poesia. ¡Como te inspiro el sur! (como dicen los porteños). Me imagino que es producto de tus vacaciones 2009.Un beso. Bea
Seba: hermosísimo.
Se me ocurre que la nube es el padre. Y el chaltén la madre que pare un témpano.
Felicitaciones por este excelente bebé literario
- Sebá que bien te hizo la bolsa de dormir!!!Esto que acabo de leer es estupendo, jamás se me hubiese ocurrido ver tanto amor esfímero entre el cerro y la nube. Besos. Ade
Hermosos los tres: la nube, el cerro y el poema.
La nube y el cerro se contemplan y ruedan en una luna partida.
El viento pasa y dice:
Viriles palabras de amor hacen llorar a las nubes.
y siempre será asi, che?! lo del amor efimero...me da un poco de desconsuelo, aunque creo que es muy cierto...me gusto mucho Sebas...mis saludos afectuosos ;)
Las nubes suelen (solemos) hacer ese tipo de cosas...
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